Sucede que cuando un sector marcha a la velocidad a la que lo está haciendo el comercio electrónico, los efectos son colaterales. El marketing online, la gestión y creación de contenidos, la atención al cliente o el diseño web son un ejemplo de este fenómeno, aunque ninguno de ellos han visto afectados de forma tan directa como la logística.
La gestión de stocks y envíos impacta en la experiencia del usuario y en el rendimiento del negocio. Y lo que es más importante, exige una interacción «real» entre el vendedor y el comprador. Por lo tanto, potenciar el almacenamiento, superar los tiempos de entrega, ampliar las opciones de entrega o facilitar el proceso de devolución son decisiones logísticas que definen en muchos casos el rumbo de un negocio online.
La base de la logística para Ecommerce reposa en un pilar básico, que es saber almacenar de manera inteligente el stock de productos a la venta. Pero para hacerlo es indispensable observar a los grandes como, Amazon, eBay o Alibaba, que apuestan por enormes almacenes inteligentes y por múltiples puntos de distribución repartidos geográficamente con el único fin de reducir tiempos de entrega.
Para amoldar este modelo a un negocio digital de proporciones más reales y manejables, lo básico es plantearse qué tipo de productos ofertamos y cuántos nos compran cada mes. De esta manera, podremos calcular con qué frecuencia debemos reabastecernos y cuánto espacio necesitaremos para tener unos almacenes que se adapten a nuestro negocio. Ser realistas sobre este punto mejora la relación con los proveedores y evita desperdiciar el presupuesto en espacios demasiado grandes.
Una vez que no tengamos problemas con el almacenamiento en stock, la clave está en el proceso de distribución. Muchas empresas deciden llevar a sus filas un partner logístico que gestione los envíos con herramientas informáticas que facilitan la trazabilidad de sus pedidos. Esto supone asociarse a un distribuidor experimentado que reducirá el número de incidencias y permitirá la ansiada entrega eficiente.
Cómo guardamos y hacemos llegar el producto a su comprador, otra faceta indispensable es el propio cliente. Una vez más, hay que hacer una evaluación previa para determinar qué tipo de entrega es la más adecuada al producto y qué modelo de empaquetado nos permitirá hacer llegar el pedido de manera intacta y con la mejor presentación. Ya sabes, saber adaptarse y ser autocrítico.
De esta manera, un negocio que oferta tecnología no necesita apostar por envíos rápidos tanto como uno de alimentos perecederos, pero si podría necesitar de un embalaje que proteja sus frágiles productos durante el envío. Aplicando la misma lógica, un pedido de moda requiere de un packaging que genere una buena impresión. Todo esto con la única finalidad de congraciarse con el cliente, quien medirá la eficacia de la logística.
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